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lunes, 4 de febrero de 2013

¿REFORMA EDUCATIVA SIN MAESTROS?


¿Reforma educativa sin maestros?

Luis Petersen Farah

Lo que sigue es acercarse a los maestros, supongo. Está claro que el magisterio está contra la reforma educativa. Y también está claro que esto lo enfrenta con el gobierno federal, con los diputados, con los senadores, con los congresos estatales que hicieron constitucionales los cambios propuestos (se requerían 17), con los partidos del Pacto por México, con los numerosos y diversos grupos de académicos y de empresarios que se han formado alrededor de la calidad educativa y con muchos padres de familia que han aumentado sus exigencias para la educación de sus hijos.
La reforma pasó, qué bueno. Este encuentro, largo, defensivo y tedioso, como cualquier clásico, llegó al minuto 90 y al sindicato no le queda más que prepararse para, dentro de un par de meses, jugar el siguiente partido y anotar su gol en la discusión de las leyes reglamentarias.
Ahora sí están entrenando. Así se puede entender que, todavía la semana pasada, cerca de 400 maestros de Nuevo León se hayan plantado a protestar mientras el Congreso convertía a ese estado en el número 24 en aprobar los cambios a la Constitución enviados por el Congreso de la Unión.
Trabajan para lo que viene. En Nuevo León y en muchas otras partes el SNTE ha lanzado un plan de trabajo para convencer a los padres. Más que invitarlos a sopesar la importancia de que los maestros tengan o no tengan sus plazas garantizadas, o de llevarles a pensar cómo mejorar la educación de sus hijos, los maestros organizados se lanzaron en defensa de la escuela pública y la gratuidad de la educación. A estas alturas, ese discurso todavía pega: lograron que un número de padres se adhirieran al miedo infundado por la desaparición de la escuela para todos. Llevaban en Nuevo León 60 mil firmas.
¿Qué puede seguir de aquí? No hay más remedio: el siguiente paso de las autoridades educativas es acercarse. Después del golpe en la mesa, tender la otra mano a los maestros con un verdadero liderazgo educativo. El problema no son los cambios a la ley sino que la reforma educativa no cuente con los docentes. Si de lo que se trata es de mejorar la calidad del aprendizaje, hay mucho camino por recorrer junto con ellos. Porque nadie sensato puede pensar en la calidad educativa sin mejorar la infraestructura, tecnología o los materiales; pero sobre todo, nadie puede siquiera imaginar esa calidad si no hay cambios hondos en los maestros. Cambios que no pueden ser sino voluntarios. El tema ahora es que, con ley o sin ley, no habrá una mejoría en la calidad educativa si no se cuenta con su disponibilidad y su flexibilidad; si no se cuenta con su esfuerzo por aprender cosas distintas y tal vez demasiado “nuevas”. Y dejarse evaluar por ello.
Sin el apoyo de los maestros, no hay reforma constitucional que valga. La verdad, nos tardaríamos un siglo para obtener resultado. Veremos qué sigue.

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