LA
MODA ES CRITICAR A LOS CRITICAR A LOS MAESTROS… ¡PUES VAMOS A CRITICAR!
Por:
SERGIO ARTURO ORTEGA ALVARADO
(Ser
Sembrador)
La vida me ha
dado la oportunidad de entrar al mundo del conocimiento, y muy agradecido
siempre estaré, con las Maestras y Maestros que me han llevado a este viaje
permanente. Recuerdo tantos nombres de personas que me han educado, y aparte,
me dieron su tiempo personal para enseñarme a aprender, que agradecido vivo con
todos. Desde la Maestra que me enseño
las primeras letras, hasta el Maestro que me hizo sentir un cariño muy especial
por las palabras y la comprensión en la lectura; desde la maestra que me enseño
los primeros números, hasta el Maestro que me hablo de la sabiduría de
Einstein; desde el director que con un agresivo jalón de orejas me hizo
entender; hasta las motivantes palabras y el abrazo de un maestro, que me
hicieron triunfar. Y también; debo decir, que también tengo el recuerdo de
maestros, que en lugar de enseñarnos, nos regalaban el valor de los conocimientos.
Me duele decirlo, pero esto también fue un hecho en mi vida estudiantil. Pero
afortunadamente, triunfo en mí la vocación de la mayor parte de mis Maestros y
Maestras, que orgullosos deben sentirse, por haber hecho de mí, lo que soy… con
sus enseñanzas: que me seguirán y me servirán toda la vida.
Y ahora,
tengo la oportunidad de seguir viendo a los maestros y maestras con respeto;
pero también como mis amigos, en muchos Estados de nuestro República, además de
convivir con ellos, como personas, o como integrantes de una familia. He tenido
la fortuna de trabajar 23 años de mi vida, en esta bendita Tierra de Durango,
de la que soy adoptivo, y que la he aprendido a amar, trabajando; y a sentirla
propia, identificándome y haciendo mi mejor esfuerzo por contribuir en su
mejoría. Mi trabajo con grupos de Maestros y Maestras, de padres y madres de
familia y de alumnos y alumnas, de todos los sistemas y niveles educativos:
desde Cadis, Jardines, Primarias, Secundarias, Medio Superior, para el trabajo,
Técnicos y Universitarios, que en mi curriculum fundamento con fechas y
documentos. Me dan, ¡No la autoridad!, sino la oportunidad, ¡No de defender!
Sino de hacer justicia a la personalidad y al quehacer de los Maestros y
Maestras, motivando, con estas vivencias personales, a dar a los Maestros y
Maestras: su valor y su derecho, consciente, y plenamente convencido, de que lo
demás, vendrá por añadidura. Como las palabras sabias en la omnisciencia, Reino
y Justicia de Dios.
Te invito a
ser justo y a sentirte en justicia: como padre o madres de familia, como alumno
o alumna, o como Maestro-padre de familia o Maestra-madre de familia; al
reflejarte en algunas de mis vivencias, con los grandes esfuerzos de los
Maestros y Maestras: forjadores de la educación:
“Una de las
mejores cenas de mi vida, fue con un Maestro”
Te platico;
que cuando estaba en Escuelas de Calidad, en Participación Social, fuimos a la
Sierra a visitar una escuela. Y casi al llegar al lugar, se nos descompuso la
camioneta. Antes de caer la noche, nos auxiliaron los pobladores a llegar a
nuestro destino. En la oscuridad del lugar, fuimos recibidos por la sonrisa y
preocupación de un Maestro, que de inmediato nos invito a cenar. Teníamos casi
8 horas de no probar bocado, y al escuchar cena; me imaginé una buena cena.
Caminamos entre penumbras y llegamos a un lugar muy humilde, donde gente amable
nos recibió. No era el gran restaurant, ni la gran cocina con la gran alacena:
simplemente eran dos ollas en un brasero. ¡Teníamos dinero! Pero ahí no había qué
comprar. La cena eran unos frijoles de la olla, tortillas de la tarde hechas a
mano, y agua. Cuando empezamos a cenar, observe al Maestro, que con una voz
agradable, nos arrimaba la comita y nos invitaba a comer, en lo que para él,
era su mesa y su cena de cada día. ¡Sentí mucha ternura y admiración por el
Maestro! Y créanme, ¡nunca en mi vida había probado agua, frijoles y tortillas
tan ricos! ¡Y no por el hambre!, sino por el honor de haber sido invitado a esa
mesa.
Llego la hora
de dormir, y el Maestro nos cedió su espacio (una especie de bodega de la
Escuela), cediéndonos su cama (Tabla con cobijas). Estábamos cansados y
queríamos dormir. Como yo no podía dormir, por lo incomodo; me levante de la
cama, y vi al maestro en horas de la noche, trabajando. Estaba preparando lo
necesario para un festival, que tenía el día siguiente. La luz natural y el
despertar de la comunidad, nos despertaron. Todo adolorido fui a buscar dónde
asearme, y el profesor ya estaba trabajando, lo hizo desde temprano. Fui al lugar
donde el Maestro se aseaba, y solo encontré cubetas con agua fría.
Efectivamente, se bañaba todos los días con esa agua fría (y vaya que hacía
frio). La gente empezó a llegar. Los padres de familia, las autoridades del
lugar, los alumnos, todos se acercaban, se dirigían y obedecían al maestro con
respeto. El festival, a pesar de las carencias, fue un éxito.
El Maestro
nos invito a desayunar, y como era día de festejo, hubo huevo con frijoles.
Mientras desayunábamos, otro Maestro continuó con las clases. Estábamos
desayunando y platicando, y de repente, el Maestro, sin terminar de desayunar,
se disculpo y se fue a atender a su
grupo. Cuando terminé mi desayuno, fui a la clase del Profr., y me sorprendió
como los alumnos y las alumnas manejaban la computadora (estábamos en el 2001). Y yo, en lo personal,
no sabía hacer lo que esos alumnos hacían con la computadora. Y lo reconocían:
que gracias al profr. sabían manejar esa herramienta, que para ellos, era como
abrir un libro y un cuaderno y escribir con pluma o lápiz. La clase era una
especie de reunión fraternal. El Maestro era respetado como maestro; pero lo
trataban y los trataba como amigos. Nuevamente me sentí honrado al conocerlo. .
Como era fin
de semana. Nos venimos a Durango con ellos. Lo que no puedo olvidar: fue la
alegría que reflejaba el Profr.. Parecía niño a la hora de recreo. Estaba feliz
y apresurado, en cierta forma ansioso,
por llegar con su familia. Después de 8
horas de incomodo viaje, con los riesgos o accidentes que implican las carreteras de la Sierra, llegamos a
Durango. Los maestros: llegan el sábado, casi a dormir, el domingo conviven con
su familia por la mañana, y regresan a seguir con su labor de maestros.
¿Quién
cambiaría la mejor cena, la mejor comida, el mejor desayuno, en el mejor lugar,
por no estar con la familia? Hay quien lo haría, tal vez por la comodidad.
Pero; ¿Quién cambiaría la peor cena, el peor desayuno, el peor baño, la peor
estancia, la interminable distancia; por la familia? ¡Solo la Vocación de los
maestros! ¿Será justo incluir a este Maestro, como a la gran mayoría de
Maestros y Maestras, en la crítica negativa y todologíca, de: todos son
iguales? Esta es una, de muchas que iré contando, porque…, con todo respeto:
¡esta es mi crítica!, y ¡este es mi juicio!
¡Que Dios te
bendiga!
¡Tú Vales
Mucho!
Facebook:
Sergio Arturo Ortega Alvarado
E-mail: drortega26@hotmail.com
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